Desde hace
ya bastantes siglos es bien sabido que quien, de manera intencional o no,
comete un error que genera un daño, habrá de pagar por él con dinero o con cárcel,
pero se está exento de ello si se es servidor público. Hay muchos en prisiones
por robar un auto, una cartera con el salario de una persona, productos de una
tienda, etc, pero para quien manda a un país a la quiebra, que significa que
millones de personas perderán su auto y no valdrá nada el dinero de su salario,
curiosamente no va a la cárcel, no se le repudia y la mayoría de las veces se
va al retiro con una jugosa pensión.
Este fenómeno
es bastante extraño, porque se repite y se repite desde hace siglos... o
milenios. Los políticos se dan el lujo de tirar el dinero en las peores
estupideces, de robarlo, claro, de embarcarse en proyectos irrealizables e improductivos,
de cometer un error tras otro y otro peor para tratar de solucionar los dos
anteriores, y todas estas prácticas curiosamente muy raras veces ameritan un
castigo.
Habrá algunos
políticos honestos, poquísimos, desde luego, que no se enriquecen en sus
puestos, pero que cometen muchos errores. A un político corrupto a veces se le
envía a prisión, pero a un idiota jamás. No hay cárcel para los políticos ineptos.
Como la gran mayoría, haciendo cuentas, lo son, se protegen entre sí. Si cae
uno, caen todos.
Hace algunos
años, cuando empezó la crisis que hoy tiene al mundo de cabeza, en Corea del
Norte, si mal no recuerdo, pasaron por las armas a un ministro precisamente con
el argumento de que sus errores habían provocado la crisis. El caso me
sorprendió por su rareza. Es cierto que en una dictadura el amo y señor se
reserva el derecho de fusilar a quien sea y con el argumento que sea para él
mantenerse en el puesto, pero aun así fue un caso raro porque es difícil ver
que se castigue a un político por idiota.
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