sábado, 10 de enero de 2015

México no es un país civilizado

Y veamos por qué. En Francia hace unos días tres terroristas entraron a las oficinas de una revista satírica que había publicado unas caricaturas ridiculizando a Mahoma, dispararon contra quien se les puso enfrente dejando un saldo de doce personas sin vida.

Al instante, toda la fuerza de seguridad del país se puso a la caza de los terroristas, los cercó poco a poco tratando de aprenderlos y al no conseguirlo los cosió a tiros sin más.  Entre tanto, el país entero se conmovió, todas las instituciones tuvieron que plantarse frente al terrorismo, las masas en muchas ciudades del país ocuparon las calles de indignación, los medios , los intelectuales, los líderes religiosos, todos, toda Francia, exigió justicia y sus fuerzas del orden cumplieron esa exigencia.

Ahora pasemos a México. Desde el 2006, año en que llegó al poder Felipe Calderón, las matanzas se generalizaron por todo el país de manera aterradora. En Francia fueron doce víctimas, en México no se sabe cuántas llegaron a ser en cada masacre que quedó oculta, pero a juzgar por las fosas clandestinas, bien pudieron ser centenares de inocentes.

La sociedad se indignaba, pero calladamente, los medios, al contrario, empezaron a no difundir las masacres por miedo, los políticos, a excepción del presidente, minimizaban los hechos, las fuerzas del orden, optaban por culpar a las víctimas de algún crimen para darles así poca importancia.

Pero llegó un día en que la sociedad se indignó, cuando fueron secuestrados 43 estudiantes en Iguala, Guerrero. Mas lejos de lo que pasó en Francia, aquí los resultados no salieron, claros y tangibles, 48 horas después, aquí han ido saliendo piezas de un rompecabezas que no cuadra, versiones que nadie cree, los políticos hacen lo suyo, procuran su puesto, si hay que mentir, mienten, la sociedad, protesta, quema puertas, vandaliza. La tragedia no generó resultados, generó más desorden,  más mentiras, más provecho político para algunos.

México no es Francia, desgraciadamente, está muy lejos de ser un país civilizado.

sábado, 3 de enero de 2015

Juárez y Maximiliano, una novela histórica los enfrenta

No pocos aficionados a la historia de México habrían deseado un encuentro entre Juárez y Maximiliano del que hubiera constancia. El emperador lo deseó y lo solicitó repetidas veces, mas el presidente republicano se negó siempre argumentado que nada tenía que hablar con él

Lo que queda claro es que habría sido un duelo de titanes. Juárez era un abogado sumamente culto, leía a los clásicos y a los teóricos de la revolución francesa, dominaba su dialecto natal, el zapoteca, pero no mejor que el español y el latín, y tenía profundos conocimientos de inglés y francés.

Maximiliano, por su parte, había gozaba de una esmerada educación como archiduque de Austria, los miembros de la realeza mejor preparados de toda Europa, debido a que gobernaban un imperio poliglota. Sabía los idiomas más importantes de los países bajo el mando de su familia, que en una época llegaron a ser más de diez, además de que dominaba a la perfección el francés, el inglés, el griego y el latín.

Estos dos hombres, sobradamente cultos y políglotas, gobernaron México al mismo tiempo, uno republicano y el otro monárquico. Eran enemigos, pero ambos eran muy sabios. Una charla entre los dos quizás habría dejado un enorme legado para la historia, pero como no se realizó, o si se realizó no hay constancia de ella, nos la han servido en forma de novela, de una de las mejores novelas históricas sobre el segundo imperio. Se titula: Juárez en el Convento de las Capuchinas: la reunión secreta con Maximiliano.

Aquí una de las perlas que se pueden hallar en su interior: ¿Por qué quiso ser emperador, si es un cargo que da enemigos y usted, me queda claro, no nació para tenerlos? Cortesía, como puede entenderse, de Juárez, pero también Maximiliano se defiende, también argumenta y también parece tener la razón por momentos.

El duelo es de titanes, de caballeros a fin de cuentas que, al final, pese a las circunstancias, parecen entenderse y tomarse afecto.


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miércoles, 29 de octubre de 2014

Ayotzinapa: espada y pared

La desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa ha resultado ser la peor crisis del actual gobierno mexicano encabezado por Enrique Peña Nieto. El saldo, para el Estado, es espeluznante. Ya le costó el puesto y la posible libertad al alcalde de Iguala, al gobernador de Guerrero y un desprestigio enorme al gobierno federal en todo el mundo.

Visto sólo como suceso, resulta increíble que esta desaparición haya tenido un saldo rojo tan notorio para el Estado mexicano, porque, por desgracia, en México los secuestros y asesinatos masivos son moneda corriente. Los cárteles de la droga se han dedicado por años a despoblar municipios, a secuestrar autobuses y a desaparecer a sus pasajeros, se han ensañado contra los migrantes centroamericanos, contra pequeños empresarios, contra automovilistas que se adentran de noche en las carreteras de todo el país y, por supuesto, contra miembros de grupos rivales.

De forma aterradora, México se ha convertido en un gran cementerio clandestino.  Pero hasta ahora ese desgobierno no había costado tanto al Estado, de manera ciertamente inexplicable. Porque, en un país civilizado, una de las cientos de masacres horrorosas que suceden al año, una sola, habría costado el puesto a ministros y a presidente. Pero en México no.

El gobierno anterior, para librarse de culpas, se dedicó a desprestigiar a las víctimas. Todos los asesinados de forma violenta y con tiro de gracia eran por regla general miembros de un cártel, por lo tanto, no había que preocuparse mucho por ellos. Cuando tocó a los migrantes que fueron asesinados en Tamaulipas, como no se les podía culpar de tal cosa, el gobierno se limitó a lamentar el hecho y a señalar al cártel responsable. El crimen fue atroz, pero el gabinete de Calderón tenía una vía libre para salir lo menos posible espinado: un culpable ajeno al Estado.

Era impensable, por tanto, que un secuestro y o levantón más, fuera tan caro al gobierno. Ángel Aguirre y Peña Nieto no pensaron, con toda seguridad, que les acababa de explorar una bomba en la cara. Aguirre, un tipo al que se le ve lo corrupto hasta de espaldas, jamás imaginó que 43 simples mortales le fueran a quitar el puesto. Él, aparentemente, no tuvo nada que ver y, si el Gober Precioso no perdió el cargo cuando todo lo culpaba, a él tampoco tenía que salirle tan caro.

En México los gobernadores no renuncian, se quedan en el puesto para que los proteja el fuero, aun cuando el pueblo reclama sus renuncias si se ven envueltos en actos de corrupción o de complicidad con el crimen organizado. El gobierno Federal tampoco se preocupó al principio. Era un levantón más, el segundo del día, quizás el tercero, el cuarto, el quinto, la rutina a la que el país ya se acostumbró.

Y como tal fue tratado el suceso al principio. Desde Los Pinos quisieron que fuera un hecho local que no involucrara en absoluto a autoridades federales, que a lo mucho se le diera la cobertura de una semana en los medios, donde se indicara que “refuerzos federales irían a patrullar la zona”, es decir más rutina. Pero no fue así.

Del suceso se enteró el mundo entero, y el mundo entero se conmovió. ¿Por qué? Porque a las víctimas no se les podía acusar de narcos, eran estudiantes, y porque los levantó la policía. Qué importa que fuera la municipal, se trataba sin más del secuestro de estudiantes por miembros del Estado. Esas dos cosas -estudiantes y verdugos uniformados- eran las variantes de la rutina que el gobierno no pudo ver al principio y que tan caras le han salido a un mes del suceso.

Ante la imposibilidad de maquillar los hechos, los gobiernos estatal y federal decidieron algo muy lógico, muy priísta y, por ende, ya muy usado: señalar a un culpable y echar toda la publicidad posible sobre él. El sacrificado fuel el ocupante del peldaño inferior en la escalera del poder: el alcalde de Iguala. La sensatez de los políticos indicaba que allí estaba la solución. A fin de cuentas, fue la policía de Iguala la que ejecutó el levantón de los estudiantes, por órdenes presuntamente de su comandante y éste mandado por el alcalde.

Quizás ese alcalde sea el culpable. Eso no lo discute el pueblo mexicano ni el mundo entero. Pero el desgobierno de Guerrero, la impunidad y la corrupción que envolvían al gabinete de Aguirre, la miopía voluntaria del gobierno federal ante los hechos, la escasez de seguridad y de justicia, entre otras tantas plagas, eso no es sólo culpa del alcalde Iguala, sino de Aguirre y de Peña Nieto.

Por ello el asunto ha sido tan difícil de evadir para los políticos, porque no se puedan librar de él por ningún lado. La presión no es sólo de México sino del mundo. El gran presidente Peña de las grandes reformas ha quedado en el pasado junto con el año pasado. Ahora el mundo ve a un priísta más, a un corrupto más.

Como epilogo, resta decir que la clase política ya sacrificó a dos mandatarios para calmar los ánimos: al alcalde de Igual y al gobernador de Guerrero, y, ahora, ya sólo queda uno por sacrificar -porque visto está que en esto de sacrificar se trata-: el presidente de México.

jueves, 20 de marzo de 2014

Ganarse el Melate: suerte y no estadísticas

México es un país donde las posibilidades de prosperar, debido a los altos impuestos y las complicadas leyes laborales, son pocas. Más aparte, realmente el nivel cultural de la población es demasiado reducido como para que destaque un Steve Jobs cada semana. Quizás todos o casi todos los mexicanos saben eso, por ello muchos mejor se lo dejan todo a la suerte y se ilusionan con ganarse el Melate o a sus hermanos menores: Revancha y Revanchita, juegos que almacenan las mayores bolsas acumulada en sorteos dentro del país.

Ganarse el primer premio en uno de estos juegos no requiere inteligencia, ni esfuerzo -solo el necesario para proveerse de 30 pesos-, es decir, es la forma ideal por la que muchos mexicanos añoran la riqueza. Cierto que hay quienes creen que hay ciencia en ello, que los números deben de ser estudiados en su comportamiento durante el historial de los sorteos, entender ese comportamiento y después, una vez que se logra tenerlos bien enganchados a todos, descifrar la combinación ganadora del próximo sorteo, ganar la bolsa acumulada, que a veces anda hasta por los 200, 300 o 400 millones, cobrar el premio, mudarse a París, comprarse un departamento de lujo, asistir a lugares para gente VIP, codearse con celebridades y nunca, nunca jamás en la vida volver a levantarse a las cinco de la mañana para ir a trabajar.

Lo anterior es falso. No hay formula para saber cuál será la próxima combinación ganadora. Y creer en ella es una estupidez. Sencillamente no tiene la más mínima lógica pensar que se puede descifrar tal cosa estudiando los resultados semanales de los últimos años. ¿Por qué? Porque no hay un punto de partida, no son caballos, ni equipos de fútbol, son esferas que se mueven con la energía del aíre y que toman un rumbo indeterminado según el choque entre ellas, la dirección de los remolinos, la velocidad y los segundos que dan vueltas. Que muchas han salido muchas más veces que otras no tiene una razón matemáticamente justificable. La esfera 1 no es Messi y la esfera 56 el Chicharito para poder hacer una evaluación y predecir posibles resultados, todas son iguales, miden y pesan lo mismo.

Insisto tanto en ello porque hay mañosos que hasta libros venden para aprender a calcular el resultado de los sorteos. Si esos libros fueran fiables, los autores no estarían vendiéndolos si no que estarían en el Mediterráneo navegando en sus yates. ¿Qué los matemáticos sí son capaces de descifrar la combinación ganadora? Falso, yo conozco a algunos que son pobres y sospecho que millones de mexicanos conocen a otros. Además, viendo las cosas con lógica, si alguien ya aprendió a descifrar las combinaciones ganadoras, estaría ganando cada semana y ya habría dejado en la ruina al gobierno. Así las cosas, no se crean que hay truco para ganar, y déjenlo todo a la suerte. Es lo más sensato, aunque quizás no en México…

Dicen por ahí que los grandes premio son reservados…, que como por seguridad no se revela quién gana, probablemente los últimos dos han caído en el gabinete presidencial. Quizás, nunca se sabe.

Aunque hay varias cosas que refutan esa teoría de los fraudes. Cierto que hace tiempo circuló mucho la noticia de un atraco monumental, pero éste surgió en el seno interno de quienes hacen el sorteo por medio de una maquina del tiempo a la mexicana. Pero volvamos a ver cuáles son las cosas que refutan la posibilidad de los fraudes:

1-. La cantidad de números ha aumentado con los años, lo que indica que el Estado realmente no quiere que se lo ganen, pero como esto es posible, aleja las posibilidades matemáticas ampliando las posibilidades de perder. Si hubiera un fraude concertado, ¿para qué aumentar la cantidad de números si de todas formas nadie estaba destinado a ganar?
2-. Los famosos que acuden como padrinos. Sería difícil mantener silenciados a tantos, alguno ya se habría ido de la boca es una borrachera con sus amigos.
3-. El seguimiento que los jugadores pueden dar al sorteo en su página de Internet gracias a las cámaras que filman todo. Parece un proceso confiable.
4-. Que las esferas tienen un chip que las controla y que de esa forma son seleccionadas las que entran en los tubos por una computadora podría ser... aunque me parece mucha tecnología para México. Además, siendo realistas, la presión y la fuerza del aire podría ocasionar "accidentes".

Pero en fin, en México todo lo truculento es posible y tratándose de cantidades altas de dinero, más. Y a las sospechas de fraude se juntan las escasísimas posibilidades de darle a la combinación ganadora -por suerte y no por cálculos precisos, insisto-. Aunque aquí cabe hacer otra aclaración que pueda levantar el ánimo de los desanimados. Veamos, los estudiosos del tema dicen que al comprar un boleto se tienen 0.00003% de posibilidades de ganar debido a la cantidad tan alta de posibles combinaciones. Desalentador. Sí, pero se le puede ver de otra forma. Digamos que cuando una persona selecciona sus seis números tiene 50 posibilidades de meter la pata. Este dato ya alienta más que ese 0.00003%. O, viéndolo desde otro ángulo, cada que el jugador selecciona un número tiene 9.33 posibilidades de equivocarse.

Resumiendo, que de todos modos las posibilidades de fallar son muchas, pero, a quienes les digan que es mejor invertir los 30 pesos en algo productivo, arguméntenles que esa cantidad no es mucho, creo que es más cara una cajetilla de cigarros, y, si es verdad que el gobierno no mete mano negra en los resultados, quien quita… quizás algún día, dentro de mucho o dentro muy, muy poco. Se vale soñar, si no se valiera la cantidad de suicidios sería alarmantemente alta.

lunes, 17 de febrero de 2014

Tener casa en México sin pagar renta

México es el gran país de las oportunidades en la informalidad, el trinqueteo y las mañas. En México muchas personas tienen un hogar donde refugiarse del frío, la lluvia y la noche sin necesidad de desembolsar dinero. Se trata de una vieja práctica que al parecer está en camino de ser erradicada, aunque lo más probable es que todavía le quedan unos años más de vigencia.

Aquí las rentas son caras, aunque con sus respectivas variantes de acuerdo a la ciudad, la colonia y las condiciones del inmueble. Pero es un hecho que suelen ser más costosas que un crédito de Infonavit, aparte de que en éste el pago es bimestral y no mensual como suelen ser las rentas.

Muchas personas, que no son tontas y que saben que les será imposible pagar una deuda durante 30 años, sólo trabajan legalmente mientras acumulan los puntos necesarios para que Infonavit les conceda una vivienda. Después se van a la informalidad, que a fin de cuentas trabajo en este sector hay mucho y a veces bien pagado, y se olvidan de su deuda con el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores.

En un país donde el Estado funcione más o menos bien, probablemente si el deudor no negocia sus pagos en un mes o dos estaría sacando sus muebles de la casa para que ésta sea ocupada por un trabajador más serio y con mejores intenciones. Pero en México no ha sido así por bastante tiempo. Muchas personas han podido vivir diez años sin pagar un centavo de la vivienda que dejaron de pagar al poco tiempo de haber solicitado el crédito. Reciben notificaciones y se limitan a no hacer caso. No pasa nada.

Pero ése es el caso de quienes cuando menos hacen un desembolso inicial al quemar el dinero que por medio de sus patrones habían ahorrado. Otros ni eso. Algunas familias, al ver que ya les es imposible pagar la susodicha vivienda por que el padre o la madre se han quedado sin empleo, deciden simplemente irse. Pero ese inmueble no es ocupado de inmediato por las autoridades correspondientes para que sea arreglado y vendido nuevamente. Lo que ocurre muchas veces es que a la casa le echa el ojo alguien que va pasando, pregunta a los vecinos si alguien vive allí o cuánto tiempo lleva abandonada. Y al corroborar que no hay quien se inmute ni se empute, va por sus muebles y… ya tiene casa.

Muchos años después, cuando alguien en Infonavit se percata de que por concepto de esa vivienda hace mucho que nadie paga un centavo, se apersona en la puerta un abogado grosero y malencarado, acompañado de varios cargadores, que tras tocar y ver la puerta abierta, echan los muebles de esa familia a la calle sin contemplaciones. Lo que queda de esa vivienda es algo paupérrimo. Por principio de cuentas, el que sabía que no era suya seguro que no tenía el menor interés en darle mantenimiento porque era indudable que tarde muy tarde lo echarían.

A eso hay que añadirle que las viviendas de Infonavit están mal echas quizás por decreto presidencial. La mala calidad de la obra y el deterioro causado por el tiempo dejan unos agrietados montones de ladrillo mal acomodado que amenazan con irse al suelo. Se trata de una “casa” que alguien usó quizás por más de diez años sin pagar un peso por concepto de alquiler. Así es México.

miércoles, 12 de febrero de 2014

La delincuencia corre a los turistas de México

El gobierno federal presume orgulloso que el año pasado casi 24 millones de turistas extranjeros visitaron México. La cifra sería estupenda de no ser porque no llega ni a la mitad de España, que fue visitada por 60 millones de extranjeros durante el 2013.

Para quien frunza el ceño y diga que eso se debe a que España está cerca de países ricos con personas que pueden darse el lujo de viajar, le recuerdo que Europa está sumergida en una nada envidiable crisis económica y que México también tiene un vecino muy rico. Ahora bien, en cuanto a los atractivos no se puede decir que México tiene qué envidiarle a España. Playas, tenemos muchas, paisajes, también, en arquitectura antigua lo que no tenemos en gótico lo compensamos con ruinas prehispánicas.

Para no hacer el cuento largo, México es visto alrededor del mundo como uno de los países más atractivos para visitar. Y no hace falta que el gobierno gaste una fortuna en promoción, las bellezas del país que están allí por obra y gracia de la naturaleza y de los nativos que habitaban el territorio antes de la colonización están ya bastante bien promocionadas.

Pero hay un problema, casi a nadie con sensatez se le antoja visitar un país donde los cárteles de la droga hacen sentir su poder con métodos más espeluznantes que los usados por los terroristas de Al Qaeda. Que el crimen organizado ha mermado el turismo es una verdad tan grande como una pirámide. A mediados del siglo pasado, cuando el mundo era más pobre, México era el destino de turistas de todas partes, estrellas del cine, aristócratas, políticos. Aquí pasaron su luna de miel dos de los que serían después presidentes de los Estados Unidos, John Kennedy y George W. Bush.

En cuanto a los poderosos que pueden pagarse una buena escolta, quizás no se quedan con las ganas de venir. Pero la clase media ya mejor se fija en otras partes del mundo, aunque sean más aburridas. Se les comprende, a nosotros no nos atrae mucho por ahora visitar Irak, aun con su estupendo patrimonio arqueológico. Y si tomamos en cuenta que hoy por hoy México es más peligroso que Irak entenderemos fácilmente por qué el turismo, que podría ser uno de nuestros puntos fuertes en economía, está muy lejos de provocar el mismo derrame económico que provoca en países menos atractivos, pero mucho más seguros.

viernes, 3 de enero de 2014

La Estela de Luz mexicana en el Canal de Panamá

La misma receta que se le aplicó al pueblo mexicano hace no mucho, con la Estela de Luz, una obra presupuestada en 200 millones de pesos y que se multiplicó por siete, se la quiere aplicar ahora la constructora española Sacyr al gobierno panameño con una ampliación del famoso Canal.

La historia mexicana fue la de un fraude monumental bien planeado: se cotizó barato y, una vez empezaba la obra, salió a la luz el verdadero presupuesto. El gobierno calderonista no se podía echar para atrás. ¿Cómo detener, una vez iniciada, la obra conmemorativa del bicentenario de la independencia y el centenario del genocid… de la revolución?

Calderón, para que no le pasara lo que a la dictadura comunista norcoreana con el famoso Hotel Ryugyong e hiciera un ridículo monumental, autorizó un presupuesto exorbitante, algo así como 1.600 millones de pesos más de lo que se dijo en un principio (108 millones de dólares, para quienes no conozcan el peso mexicano). Y con tal de terminar la famosa Estela de Luz, probablemente ya tenían otros mil millones listos por si se rompía algún cable. El gobierno quería terminar la obra fuera como fuera, y lo menos tarde posible (se tardaron más de un año).

En Panamá, una ampliación del Canal fue cotizada por la constructora española Sacyr en 3.200 millones de dólares. La cosa es grande. Y lo raro es que se abarataron mil millones menos que el presupuesto más cercano. Como para fruncir el ceño. Pero finalmente como es lógico se le adjudicó la obra a quien cotizó más barato, amen de que Sacyr es una empresa de renombre.

Ahora resulta que no. Que hace falta aumentar el presupuesto en 50%. Como 1.600 millones de dólares son por mucho más que la fortuna de la gran mayoría de millonarios del mundo, los panameños pusieron el grito en las alturas.

Sacyr argumenta que es normal que una obra de tal envergadura tenga gastos imprevistos. Pero lo cierto es que quieren hacerla cumplir con el contrato a carta cabal. Primero porque los imprevistos deben de contemplarse precisamente antes de cotizar. Si una constructora aumenta, una vez iniciado un proyecto, el presupuesto en un porcentaje tal alto, da a entender que no analizó bien lo que estaba presupuestando o que sencillamente hay malos manejos.

Por lo general, en las obras sólo se admiten variaciones del 10%, sean de la magnitud que sean. Cuando se cotiza una, se supone que quien lo hace debe de saber lo que está haciendo.

Pero como las cosas ya se salieron de control y el pleito ya está avanzado, el Gobierno español se ha visto en la necesidad de intervenir para aplacar los ánimos. No obstante, los panameños quieren que se cumpla con el contrato acordado sin aflojar un dólar más. A ver en qué termina todo.