No pocos aficionados a la historia de México habrían deseado
un encuentro entre Juárez y Maximiliano del que hubiera constancia. El emperador
lo deseó y lo solicitó repetidas veces, mas el presidente republicano se negó
siempre argumentado que nada tenía que hablar con él
Lo que queda claro es que habría sido un duelo de titanes. Juárez
era un abogado sumamente culto, leía a los clásicos y a los teóricos de la
revolución francesa, dominaba su dialecto natal, el zapoteca, pero no mejor que
el español y el latín, y tenía profundos conocimientos de inglés y francés.
Maximiliano, por su parte, había gozaba de una esmerada educación como archiduque de Austria, los miembros de la realeza mejor
preparados de toda Europa, debido a que gobernaban un imperio poliglota. Sabía
los idiomas más importantes de los países bajo el mando de su familia, que en
una época llegaron a ser más de diez, además de que dominaba a la perfección el
francés, el inglés, el griego y el latín.
Estos dos hombres, sobradamente cultos y políglotas,
gobernaron México al mismo tiempo, uno republicano y el otro monárquico. Eran enemigos,
pero ambos eran muy sabios. Una charla entre los dos quizás habría dejado un
enorme legado para la historia, pero como no se realizó, o si se realizó no hay
constancia de ella, nos la han servido en forma de novela, de una de las
mejores novelas históricas sobre el segundo imperio. Se titula: Juárez en el Convento de las Capuchinas: la
reunión secreta con Maximiliano.
Aquí una de las perlas que se
pueden hallar en su interior: ¿Por qué quiso ser emperador, si es
un cargo que da enemigos y usted, me queda claro, no nació para tenerlos? Cortesía, como puede entenderse, de
Juárez, pero también Maximiliano se defiende, también argumenta y también
parece tener la razón por momentos.
El duelo es de titanes, de caballeros a fin de cuentas que,
al final, pese a las circunstancias, parecen entenderse y tomarse afecto.
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