El suceso que ocurrió a principios del 2010, cuando el futbolista
paraguayo Salvador Cabañas fue baleado en un antro de la Ciudad de México, es por
demás lamentable, y no porque se tratara de un gran futbolista, sino simple y
sencillamente porque se trató se un ser humano.
Cabañas no quedó bien después de aquel intento de
homicidio. De milagro salvó la vida y al parecer su mente, su capacidad de
comprensión y de expresión, también sufrieron graves daños. Pero aun con eso, el
futbolista se ha permitido aclarar qué pasó aquella noche.
En su más reciente declaración, ha dicho que lo
quisieron matar para que no fuera al mundial y Paraguay no quedara campeón. Siendo
realistas, por más bueno que fuera Cabañas, que lo fue, su selección la tenía
muy difícil, no es una potencia futbolística y no es sensato decir que con su
delantero estrella de entonces las cosas hubieran sido diferentes. Ni Messi
pudo hacer gran cosa para que Alemania no humillara a Argentina.
El presunto agresor de Cabañas, un narcomenudista al
que quizás por su oficio la gente se niega a creerle, afirmó que un Salvador
Cabañas al parecer muy ebrio, que no lo dejaba pasar en los baños del antro, se
enfureció a las primeras de cambio y se le fue a los golpes.
Esa versión, la del presunto agresor, es lógica, en
cambio, las que ha dado Cabañas hasta ahora, no lo son. Un pleito de borrachos,
es creíble, pero una conspiración para evitar que Paraguay ganara el mundial es
algo absurdo.
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