lunes, 16 de diciembre de 2013

La educación privada en México

En México existe un estigma sobre la educación privada: es mala por costumbre, por prejuicio y casi por decreto. La sociedad, sobre todo los alumnos de escuelas del sector público, la ven como “un sistema en el que apruebas porque pagas”, sin más. A los alumnos de universidades privadas se les ve como niños mimados faltos de conocimientos porque no les exigen mucho.

Cuando Vicente Fox llegó a la presidencia las críticas de académicos tirados a izquierda no se hicieron esperar: “de la Ibero y titulado tarde”. Y sobra decir que en toda la historia de México, de los mandatarios universitarios, de escuelas privadas sólo han salido dos, el propio Fox y su sucesor, Felipe Calderón. Los alumnos del sector público, desde primaria hasta universidades, siendo una abrumadora mayoría, se han encargado por décadas de desprestigiar la educación privada casi sin argumentos, por el simple hecho de que no les tocó a ellos experimentarla.

En cambio, siempre se ha engrandecido a las universidades públicas. Nadie recapacita en que dentro de las mejores del mundo sólo figura la UNAM y en el puesto setenta, y menos en que los graduados de las Autónomas no dan literalmente el ancho en el sector privado y que los egresados de las universidades “de paga” reciben junto con el titulo llamadas de empresas que los invitan a ir a hacer una prueba con la posibilidad de integrarse. ¿Cuántos egresados de las celebres y famosas autónomas reciben esas llamadas de empresas? Probablemente ninguno.

Pero eso, dice la mayoría, no constituye un mérito. Son “hijos de papi” y los contratan en la empresa de papi. Nadie hace hincapié en que tal vez son otras cosas las que provocan que el sector productivo salga a la caza de alumnos de universidades privadas, como el hecho de que al no haber en éstas un sindicato de maestros, éstos, para no ser despedidos, tienen que hacer cosas tan sencillas y lógicas como: asistir, dar clases, apegarse al plan de estudios, abstenerse de hacer proselitismo político en las aulas y tantas otras libertades que se permiten los profesores sindicalistas.

El dueño de una escuela privada sabe que si los que pagan no se sienten a gusto con el conocimiento obtenido allí se marcharán a otra parte. Por eso se preocupa por probar a nuevos profesores cada semestre e ir depurando a los que sencillamente no están capacitados para impartir cátedras.

Es cierto que hay universidades privadas malas. Cuando no existe la posibilidad de revalidad materias en otra, el alumno se tiene que quedar allí le guste o no. Por tal razón al dueño no le urge mejorarla. Pero en tales lugares existe la posibilidad de que el grueso del alumnado pueda exigir una mejoría, situación que en el sector público es imposible.

Quien ha impartido clases a nivel de bachillerato o en una universidad, sabe bien qué tan grande es la diferencia entre un alumno que cursó primaría y secundaría en el sector privado y uno que las sufrió en el público. Aunque la famosa prueba Pisa dice que la brecha es corta, la verdad es que ya en un acercamiento dentro de las aulas es enorme. Los alumnos que han atravesado por el sector privado tienen una ortografía aceptable y una compresión de la lectura a la par, y lo mismo ocurre en casi todas las materias, sobre todo en el inglés.

La deficiencia del sector privado, porque la hay, se desprende del hecho de que muchos padres sólo lo usan para decir entre sus amigos”: Tengo a mis hijos en un colegio”. Y siendo la exigencia baja, el productor tenderá siempre a ser deficiente.

Pero la situación evoluciona poco a poco. Por más que diga el Peje que somos pobrísimos y por equivocadas que sean algunas de las reformas de Peña, lo cierto es que en México existe una clase media que va en aumento. No se puede negar. ¿Quién no recuerda el panorama urbano de los 90s, los autos, las tiendas, las carreteras, las ciudades en general?, ¿se parece al de ahora? Para nada. El país se ha enriquecido. La clase media que ahora predomina en la sociedad sí comprende y sí opina, al menos un poco más que la de antes. Sabe cuán pésimo es el sistema educativo público que tenemos y quiere para sus pocos hijos (dos en promedio por familia) una educación mejor: la privada, aunque se tenga que apretar el cinturón.

Las escuelas privadas crecen y crecen. En algunos años tendrán la oportunidad de demostrar lo útiles que son a un amplio sector de los mexicanos. Entonces quienes las deploran tendrán que reconocer que no son tan malas. O al menos que son mucho mejores que las públicas, porque éstas sí son pésimas.

Y para muestra de esa evolución basta un botón. La gran mayoría de economistas que actualmente ocupan puestos importantes en el gobierno mexicano son egresados del ITAM, una institución privada que ya parece ser una especie de Harvard a la mexicana, especializada en formar economistas y políticos. Quizás con el tiempo la ocupación de la presidencia de México por parte de universitarios del sector privado sea la cosa más común. Ese será el precio que habrá de pagar el sector público por practicar el sindicalismo más obsoleto y corrompido jamás visto, que por lógica nunca ha dejado nada bueno a la formación de los jóvenes.

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