En México existe un estigma sobre la educación privada:
es mala por costumbre, por prejuicio y casi por decreto. La sociedad, sobre
todo los alumnos de escuelas del sector público, la ven como “un sistema en el
que apruebas porque pagas”, sin más. A los alumnos de universidades privadas se
les ve como niños mimados faltos de conocimientos porque no les exigen mucho.
Cuando Vicente Fox llegó a la presidencia las críticas
de académicos tirados a izquierda no se hicieron esperar: “de la Ibero y titulado tarde”. Y sobra decir que en toda la historia de México, de los mandatarios universitarios, de escuelas privadas sólo han salido dos, el propio Fox y su sucesor, Felipe Calderón. Los
alumnos del sector público, desde primaria hasta universidades, siendo una
abrumadora mayoría, se han encargado por décadas de desprestigiar la educación
privada casi sin argumentos, por el simple hecho de que no les tocó a ellos
experimentarla.
En cambio, siempre se ha engrandecido a las
universidades públicas. Nadie recapacita en que dentro de las mejores del mundo
sólo figura la UNAM
y en el puesto setenta, y menos en que los graduados de las Autónomas no dan
literalmente el ancho en el sector privado y que los egresados de las
universidades “de paga” reciben junto con el titulo llamadas de empresas que los
invitan a ir a hacer una prueba con la posibilidad de integrarse. ¿Cuántos
egresados de las celebres y famosas autónomas reciben esas llamadas de empresas?
Probablemente ninguno.
Pero eso, dice la mayoría, no constituye un mérito. Son
“hijos de papi” y los contratan en la empresa de papi. Nadie hace hincapié en
que tal vez son otras cosas las que provocan que el sector productivo salga a la
caza de alumnos de universidades privadas, como el hecho de que al no haber en éstas
un sindicato de maestros, éstos, para no ser despedidos, tienen que hacer cosas
tan sencillas y lógicas como: asistir, dar clases, apegarse al plan de
estudios, abstenerse de hacer proselitismo político en las aulas y tantas otras
libertades que se permiten los profesores sindicalistas.
El dueño de una escuela privada sabe que si los que
pagan no se sienten a gusto con el conocimiento obtenido allí se marcharán a
otra parte. Por eso se preocupa por probar a nuevos profesores cada semestre e
ir depurando a los que sencillamente no están capacitados para impartir cátedras.
Es cierto que hay universidades privadas malas. Cuando
no existe la posibilidad de revalidad materias en otra, el alumno se tiene que
quedar allí le guste o no. Por tal razón al dueño no le urge mejorarla. Pero en
tales lugares existe la posibilidad de que el grueso del alumnado pueda exigir
una mejoría, situación que en el sector público es imposible.
Quien ha impartido clases a nivel de bachillerato o en
una universidad, sabe bien qué tan grande es la diferencia entre un alumno que
cursó primaría y secundaría en el sector privado y uno que las sufrió en el público.
Aunque la famosa prueba Pisa dice que la brecha es corta, la verdad es que ya
en un acercamiento dentro de las aulas es enorme. Los alumnos que han
atravesado por el sector privado tienen una ortografía aceptable y una compresión
de la lectura a la par, y lo mismo ocurre en casi todas las materias, sobre
todo en el inglés.
La deficiencia del sector privado, porque la hay, se
desprende del hecho de que muchos padres sólo lo usan para decir entre sus
amigos”: Tengo a mis hijos en un colegio”. Y siendo la exigencia baja, el
productor tenderá siempre a ser deficiente.
Pero la situación evoluciona poco a poco. Por más que diga
el Peje que somos pobrísimos y por equivocadas que sean algunas de las reformas de
Peña, lo cierto es que en México existe una clase media que va en aumento. No se
puede negar. ¿Quién no recuerda el panorama urbano de los 90s, los autos, las
tiendas, las carreteras, las ciudades en general?, ¿se parece al de ahora? Para
nada. El país se ha enriquecido. La clase media que ahora predomina en la
sociedad sí comprende y sí opina, al menos un poco más que la de antes. Sabe cuán pésimo es el sistema educativo público
que tenemos y quiere para sus pocos hijos (dos en promedio por familia) una
educación mejor: la privada, aunque se tenga que apretar el cinturón.
Las escuelas privadas
crecen y crecen. En algunos años tendrán la oportunidad de demostrar lo útiles
que son a un amplio sector de los mexicanos. Entonces quienes las deploran
tendrán que reconocer que no son tan malas. O al menos que son mucho mejores
que las públicas, porque éstas sí son pésimas.
Y para muestra de esa evolución basta un botón. La gran mayoría de economistas que actualmente ocupan puestos importantes en el gobierno mexicano son egresados del ITAM, una institución privada que ya parece ser una especie de Harvard a la mexicana, especializada en formar economistas y políticos. Quizás con el tiempo la ocupación de la presidencia de México por parte de universitarios del sector privado sea la cosa más común. Ese será el precio que habrá de pagar el sector público por practicar el sindicalismo más obsoleto y corrompido jamás visto, que por lógica nunca ha dejado nada bueno a la formación de los jóvenes.
Y para muestra de esa evolución basta un botón. La gran mayoría de economistas que actualmente ocupan puestos importantes en el gobierno mexicano son egresados del ITAM, una institución privada que ya parece ser una especie de Harvard a la mexicana, especializada en formar economistas y políticos. Quizás con el tiempo la ocupación de la presidencia de México por parte de universitarios del sector privado sea la cosa más común. Ese será el precio que habrá de pagar el sector público por practicar el sindicalismo más obsoleto y corrompido jamás visto, que por lógica nunca ha dejado nada bueno a la formación de los jóvenes.
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