Muchos ya fruncían el ceño cuando Jorge Mario
Bergoglio era sólo un cardenal. Usaba el transporte público, vivía en un
modesto apartamento y cocinaba sus propios alimentos. Nada que ver con los príncipes
de la Iglesia ,
que hacen gala de una ostentosidad propia de un rey. Cuando llegó a Papa, ese
pasado suyo empezó a sugerir que el sucesor de Pedro no toleraba el
capitalismo, el lujo y el ornato que dan el dinero, y entonces, eso quería
decir que era comunista.
Con la publicación de Evangelii Gaudium las dudas se despejaron. Los analistas políticos
de todas partes dijeron casi a coro: el Papa es comunista, es un cura rojo, un
Stalin en la silla de Pedro. Todo porque el Pontífice dijo que el capitalismo
mata. Sólo por eso. Pero es que no mintió. Ni siquiera dijo una estupidez. El error
de sus críticos, que se vieron muy idiotas, fue analizar las palabras del Papa
como si las hubiera dicho un economista. Y es que no fue así, las dijo un
pastor.
Que el comunismo es una doctrina abominable que hace a
los pobres esclavos y les quita toda posibilidad de progresar ni quien lo dude.
Lo sabe bien el propio Francisco, que es un hombre inteligente y vivió las
dietas peronistas. Pero el hecho de que el comunismo sea lo que es, no hace enteramente
bueno al capitalismo.
El capitalismo sí permite progresar, si deja que un
pobre muy trabajador y muy inteligente se haga rico. Pero a los pobres que no
son flojos, y que sí trabajan pero que no son muy listos, a veces los tienen
toda la vida en la semi-miseria. El capitalismo es una buena opción para
cualquier país, incluso para los que están culturalmente muy atrasados. Pero
también hace estragos terribles, hace pobres, como lo dijo el Papa, aunque no
por eso deja de ser la única opción viable.
Pero Francisco, como el pastor que es, no está
obligado a promocionar el capitalismo. A alguien que ama por encima de todo la
vida humana, que deplora el sufrimiento y el hambre, no lo van a satisfacer ni
el capitalismo ni el comunismo ni una política de término medio. Pero no por
haber dicho lo que dijo, se va a decretar que el Papa es comunista.
Hace poco leí que cuando aún era cardenal llegó a
criticar duramente el abominable afán del Estado por controlarlo todo, por querer ser
dueño incluso de los niños, por tratar de controlar y educar al hombre, y eso
es algo abrumadoramente sensato y que discrepa con el estigma de comunista que
le quieren colgar al Papa.
Si Francisco fuera comunista, no habría dicho eso. Un comunista
adora al Estado. Es, más bien, un hombre nada ostentoso, que deplora el amor al
lujo. Vivió siendo príncipe de la
Iglesia como un hombre modesto. Y así es como debieran de ser
todos los pastores. Cristo tampoco amó al lujo. Francisco no promueve ni el
capitalismo ni el comunismo, pero como a fin de cuentas ambas doctrinas causan
sufrimiento, las critica, desde su puesto de Papa, porque eso es lo que es él,
un Papa, no un economista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario